Esta escena puede ser perfectamente la descripción de uno de los días más negros de la historia de España: un 18 de julio, concretamente el de 1936. Facciones del Ejército, dirigidas por un puñado de generales antidemocráticos y apoyadas por varios estamentos de la sociedad de la época, enarbolaban la bandera del autoritarismo y propiciaban, animadas por la Alemania Nazi y la Italia fascista de Mussolini, el inicio de la Guerra Civil Española. Una guerra que no solo tiñó a España de rojo sangre, sino que sirvió de pie a una dictadura que suprimió el valor de la palabra, arrancó de raíz los derechos a los trabajadores y dinamitó las conquistas en materia de democracia e igualdad de la mujer.
Hoy, cuando se han cumplido 80 años de la sublevación militar, siguen las tareas de búsqueda y reconocimiento de todos aquellos que perecieron en la lucha contra el fascismo: decenas de miles de mujeres y hombres que terminaron la guerra en una cuneta, en una fosa común o convertidos en esclavos antes de ser fusilados. Es lo que se conoce como memoria histórica o democrática. Sin embargo, y a pesar de habernos convertido en un sistema democrático, sigue habiendo voces que en España aseguran que es mejor “no remover el pasado”. Voces que defienden que la mejor “condena” contra el Franquismo es no sacar a la luz los crímenes del dictador y que quien peleó por la libertad no merece ningún reconocimiento, ni siquiera que sus restos puedan ser exhumados para que puedan ser identificados y entregados a su familia.
A quienes creen que es mejor “no remover el pasado” habría que preguntarles si de verdad tienen la certeza de ser demócratas. Es más, ¿es que no tiene mi abuela, hija de un soldado republicano, derecho a saber dónde está enterrado su padre? Pues para algunos, no. Remover y estudiar el pasado no es algo negativo. De hecho, las ventajas son gigantescas porque sabiendo con certeza cuáles fueron los errores del pasado, tenemos la receta para no volver a repetirlos ni en el presente ni en el futuro. Y ese, teniendo en cuenta quién nos gobierna, es un consejo muy valioso.